Santísimo Cristo de San Álvaro, anónimo del s XV, Iglesia conventual de Santo domingo de Scala Coeli, Córdoba.
Los antecedentes de la Hermandad del Santísimo Cristo y San Álvaro de Córdoba hay que buscarlos al comienzo del siglo XV, cuando San Álvaro de Córdoba, después de haber andado predicando por medio mundo, consiguió que el Rey D. Juan II, a tenor de los muchos agradecimientos que éste le tenía por haber sido consejero, confesor y profesor suyo, de su madre Doña Catalina de Lancaster, esposa de Enrique III y de su esposa, Doña María de Aragón, da su beneplácito para que cumpla en todas las provincias de su Reino la misión del Papa Martín V de fundar seis conventos de reforma de la Orden Dominicana. Concedió el Rey para estos fines una importante suma de dinero, que a la postre no le sería suficiente al santo fraile, viéndose obligado a buscar en la caridad de los cordobeses los fondos restantes para construir el santuario. Compró San Álvaro, por escritura pública de fecha 13 de junio de 1423, los terrenos conocidos como Torre Berlanga, donde construyó el Convento de Santo Domingo de Scala Coeli, de la Orden de Predicadores. Muchos prodigios y hechos milagrosos se cuentan de la vida de este fraile dominico.
Quizá el más significativo que cuentan las crónicas, es aquel que narra que un día, yendo fray Álvaro a predicar a Córdoba, cosa que hacía muy frecuentemente como buen dominico, no muy lejos del santuario, se encontró a la vera del camino a un mendigo medio muerto de frío y de hambre. Viendo el fraile que había un ser humano que necesitaba de su ayuda, deja de hacer aquello importante a lo que iba, y atiende al mendigo, lo envuelve en su capa, carga al mendigo sobre sus espaldas y regresa con él al convento. Y llamando a sus hermanos los frailes, les dice: aquí traigo este mendigo para que practiquemos con él la misericordia; y al destaparlo el mendigo ya no era un mendigo, sino un Cristo crucificado. Y sigue diciendo la leyenda que estuvieron los frailes, durante toda la noche, orando ante el crucificado; y de madrugada desapareció. Con el tiempo, la comunidad procuró, en perpetua memoria y acción de gracias, reproducir el crucificado, imitando los rasgos del original. Siendo éste, de mediados del XVI, el que hasta hoy se venera en este Santuario con el nombre de Santísimo Cristo de San Álvaro de Córdoba.
Los antecedentes de la Hermandad del Santísimo Cristo y San Álvaro de Córdoba hay que buscarlos al comienzo del siglo XV, cuando San Álvaro de Córdoba, después de haber andado predicando por medio mundo, consiguió que el Rey D. Juan II, a tenor de los muchos agradecimientos que éste le tenía por haber sido consejero, confesor y profesor suyo, de su madre Doña Catalina de Lancaster, esposa de Enrique III y de su esposa, Doña María de Aragón, da su beneplácito para que cumpla en todas las provincias de su Reino la misión del Papa Martín V de fundar seis conventos de reforma de la Orden Dominicana. Concedió el Rey para estos fines una importante suma de dinero, que a la postre no le sería suficiente al santo fraile, viéndose obligado a buscar en la caridad de los cordobeses los fondos restantes para construir el santuario. Compró San Álvaro, por escritura pública de fecha 13 de junio de 1423, los terrenos conocidos como Torre Berlanga, donde construyó el Convento de Santo Domingo de Scala Coeli, de la Orden de Predicadores. Muchos prodigios y hechos milagrosos se cuentan de la vida de este fraile dominico.
Quizá el más significativo que cuentan las crónicas, es aquel que narra que un día, yendo fray Álvaro a predicar a Córdoba, cosa que hacía muy frecuentemente como buen dominico, no muy lejos del santuario, se encontró a la vera del camino a un mendigo medio muerto de frío y de hambre. Viendo el fraile que había un ser humano que necesitaba de su ayuda, deja de hacer aquello importante a lo que iba, y atiende al mendigo, lo envuelve en su capa, carga al mendigo sobre sus espaldas y regresa con él al convento. Y llamando a sus hermanos los frailes, les dice: aquí traigo este mendigo para que practiquemos con él la misericordia; y al destaparlo el mendigo ya no era un mendigo, sino un Cristo crucificado. Y sigue diciendo la leyenda que estuvieron los frailes, durante toda la noche, orando ante el crucificado; y de madrugada desapareció. Con el tiempo, la comunidad procuró, en perpetua memoria y acción de gracias, reproducir el crucificado, imitando los rasgos del original. Siendo éste, de mediados del XVI, el que hasta hoy se venera en este Santuario con el nombre de Santísimo Cristo de San Álvaro de Córdoba.
1 comentario:
Magnifica historia Lilu, me encanta el blog sigue asi.
Publicar un comentario